De porqué prohibir radicalmente el velo islámico es la única opción válida

¿Esta fiesta quién la paga?

“La prohibición de símbolos religiosos fuera del ámbito privado ha obrado como elemento normalizador masivo de la eliminación del velo islámico en cualquier lugar. De las más mayores a las más jóvenes, el hiyab ha sido extirpado del ámbito público”.

Reconozco que siempre he mirado a nuestros vecinos del norte de envidia insana, única manera en la que puede existir la envidia en realidad. Reyes guillotinados, vinos maravillosos, el idioma de la diplomacia, la madre de todas las revoluciones y, sobre todo, una de sus hijas, que es la laicidad.

En estos días de navidad donde los que van de modernes se pasan el día felicitándose el solsticio de invierno como si fueran coetáneos de Julio César (tal es su modernidad), o cantando villancicos “inclusivos” que no hablen de navidad, o incluso mezclando churras con merinas trayendo a colación la supuesta nacionalidad palestina de Jesús, unos veinte siglos antes de la existencia de Palestina como tal, retomando las teorías más puramente hitlerianas, en estos días sí, la laicidad militante de los franceses me mata de envidia.

En el país francés en el que hay millones de católicos, pero también millones de musulmanes (entre otras), lo cierto es que la inmensa mayoría de todos ellos viven y conviven con total normalidad y eso es gracias a la laicidad institucional. Puedes pasear por cualquier ciudad francesa el 24 de diciembre y todas las iglesias estarán abiertas todo el rato (gratis) para poder entrar libremente a deleitarte con los pesebres que se exhiben mientras en su interior. Es verdad que no encontrarás un Belén en la puerta de los ayuntamientos, pero todas las calles están mil por mil engalanadas y todo está de celebración.

Mientras, también se vive el ambiente de fiesta en los barrios con más población musulmana claramente identificables, pero por los que se mueve todo el mundo sin mayor problema. Con sus terrazas llenas de hombres tomando té moruno y café, mujeres trabajando, viviendo, normal.

Lo que llama poderosamente la atención a cualquiera que se fije en la vida ajena más de dos minutos es que hay un gran ausente, maravilloso ausente, que es el velo islámico. Simplemente no está.

Proporcionalmente, Burdeos o París tiene infinitamente más población musulmana que cualquier ciudad española y sin embargo, el número de mujeres con velo y con burka en nuestro país especialmente en Catalunya es estratosféricamente superior al de las vecinas francesas. La explicación es muy sencilla: está prohibido el velo. Laicidad militante institucional.

Y la situación gala desmonta el argumento pueril e insostenible de que si se prohíbe usar el hiyab las mujeres no saldrían a la calle. Semejante estupidez se desmiente cada día ante nuestros ojos, porque por suerte, ya casi todo está inventado y sólo hay que copiar lo que funciona.

Las francesas musulmanas salen, trabajan, viven sin taparse, porque la prohibición de símbolos religiosos fuera del ámbito privado ha obrado como elemento normalizador masivo de la eliminación del velo islámico en cualquier lugar. De las más mayores a las más jóvenes, el velo ha sido extirpado del ámbito público. Y puede que no sepamos si ha sido la prohibición la que ha ayudado a eliminarlo o las ganas de eliminarlo lo que provocado que la prohibición sea la excusa perfecta para hacerlo. Da igual, lo que sí sabemos es que ha funcionado.

Se que ahora alguien pensará que en Francia tiene problemas de radicalización y bla bla bla. Es cierto, pero el nivel, la rapidez y la facilidad para radicalizarse ahora mismo en España es muy superior a la del resto de Europa, sobre todo si tenemos en cuenta que nuestro porcentaje de inmigración es menor y que llevan aquí mucho menos tiempo.

Pero nuestra clase política blandengue e inculta, en lugar de trabajar por los valores de la convivencia, que son los de siempre, ya saben, igualdad, libertad y justicia social (fraternidad 2.0), ahora se dedica a imbuirse del buenismo populista de la presunta integración, que no es más que un disfraz para ir a negociar los votos de doscientas personas con el imán de turno, que es más cómodo que convencer a doscientas personas una por una. Exactamente igual que cuando se negociaban los votos con los curas del pueblo. Todo tan moderno que ya es anticuado.

Por eso, porque el ejemplo, lo demuestra, la única opción viable para garantizar esos valores es la prohibición del hiyab inmediata y radical en cualquier espacio público. Y al que proteste, que le corten las ayudas públicas, que verás que pronto se aplaca. No es eso más complicado que guillotinar a un rey.

Y que viva la revolución.

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