Esas locas Pioneras

¿Esta fiesta quién la paga?

Me gusta imaginarme a la señora Reiche barriendo tranquilamente la inagotable arena, igual que a Jane y Dian observando a sus queridos gorilas sin importar el tiempo, y a Julieta Fierro fascinada por las estrellas ajena a cualquier interferencia humana, a todas esas pioneras que desafían las normas establecidas.

Reconozco mi total fascinación por aquellas mujeres que han dedicado su vida a estudiar y compartir su conocimiento sobre las cosas más grandes y extrañas de este planeta y de fuera de él. Que se retiraron voluntariamente más allá del mundanal ruido, que han sobrevivido en la naturaleza gigante y han hecho de ella una fuente de sabiduría para todas las demás. De todas las que hacen lo que de ninguna manera está previsto que hagan.

Estos días sentimos la muerte de Jane Goodall, conocidísima por se fue a las profundidades de los montes africanos a vivir entre gorilas y estudiarlos hasta conocerlos como nunca nadie lo ha hecho. Es mítico el video en que ella con su equipo van a liberar a un gorila después de haberle salvado la vida y este se abraza a ella con mucho más sentimiento de gratitud de lo que serían capaces que la mayoría de humanos que conozco.

Jane seguía siguió los pasos de su antecesora directa, Dian Fossey, una terapeuta ocupacional que un buen día hizo lo que todo el mundo ha soñado hacer alguna vez, que es mandarlo todo al cuerno y largarse a vivir. En su caso, a vivir estudiando los primates en Ruanda. Ella fue asesinada en 1985 por unos cazadores furtivos, pero se convirtió en inmortal a través de la conocidísima película basada en su vida Gorilas en la Niebla.

Viendo a ambas mujeres y visto como está el patio en la sociedad de los homos sapiens 2.0, no parece ni tan mal plan quitarse de en medio como hicieron felizmente Jane y Dian. Y, aun así, estoy segura de que cuando decidieron hacer de su capa un sallo, las llamaron locas más de una vez.

Otra de las mujeres experta en las inmensidades naturales y que nos dejó hace pocas semanas fue la astrónoma, física e investigadora mexicana Julieta Fierro. Sin duda, una de las mayores expertas en todo aquello que acontece por encima de nuestras cabecitas y que a la mayoría se le antoja aún como de ciencia ficción, pero que condicionan nuestro día a día mucho más de lo que parece. Miles de horas en el más absoluto silencio debió pasar Julieta observando el inabarcable cielo estrellado, sin importarle demasiado lo que pasara a menos varios kilómetros de altura sobre su cabeza. Cometas, planetas, galaxias, la física en movimiento. Pocas cosas nos conectan más con el misticismo, caso de existir.

Ella también tuvo en quien inspirarse. Sin duda, mi pionera de la naturaleza y la ciencia favorita que sin duda tampoco se libró del calificativo loca. La matemática alemana María Reiche, la dama del desierto, la mayor estudiosa de las líneas de Nazca y la que hasta ahora ha dado una explicación más plausible a su existencia y probable utilidad.

María llegó al desierto con 30 años en 1933 y barrió ese desierto peruano durante los más de 60 años que vivió en él, hasta su muerte en 1998 con 95 primaveras, y con la dedicación concienzuda que solo una científica alemana puede tener.

Ella investigó los geoglifos del desierto y a la vez estudió el cielo, llegando a la conclusión de que los dibujos del suelo eran una pretendida “copia” de las constelaciones que el cielo veían los habitantes originarios de Nazca, y que tal cosa no respondía sólo a un interés peleo artístico, sino que mediante los geoglifos podían prever fenómenos astrológicos, como hacían los indígenas de toda América.

Me gusta imaginarme a la señora Reiche ya en edad de jubilarse barriendo tranquilamente la inagotable arena, igual que a Jane y Dian observando a sus queridos gorilas sin importar el tiempo, y a Julieta Fierro fascinada por las estrellas ajena a cualquier interferencia humana.

Todas estas y muchas más son las pioneras que desafían las normas establecidas, a la rutina, los caminos trazados y nos enseñan que existe una pequeña esperanza de que todo no tiene que ser como dicen que debe ser. Aunque nos llamen locas. Total, siempre lo hacen.

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