Ahora alguien ha decidido ultra potenciar una opción política que es la negación de la política, desde la maldad de quien piensa que, si hay que destruir todo para seguir teniendo todo bajo control, que se haga.
Hay una máxima que nunca falla cuando de averiguar algo trata. “Sigue el Dinero”. Tres palabritas que, si consigues llevar a la práctica, tienen la respuesta a casi cualquier cosa.
En esta nueva cita ante las urnas de este día de la marmota electoral, me pregunto muy seriamente quién y desde dónde se está financiando lo peor que se puede financiar en política, que es la anti política, que estamos a punto de ver entrar en el Parlamento Europeo, de nuevo, de la mano de un “influencer fiestero” de nombre insólito, pero de más insólita carrera política meteórica.
Las elecciones europeas, al menos en España, tienen dos o tres características muy determinadas. La primera de ellas es que, como sociedad que se pasó la mayor parte del tiempo escuchando aquello de que “Europa empieza en los Pirineos”, parece que nos lo creímos y, adoptando un poco el catetismo que tal afirmación conlleva, las elecciones europeas nos importan entre poco y nada, aun siendo las que más influyen en nuestra vida, de mucho.
La otra característica es que, al tratarse de unas elecciones de distrito único en las que todos los votos de cualquier lugar van a la misma candidatura, es el momento en el que nuevas formaciones políticas hacen su presentación en sociedad y deciden concurrir a estos comicios. También porque como la gente no les da importancia a estas elecciones, parecen ser más proclives a “experimentar con el voto” y salirse de los partidos tradicionales.
Este 9J no es diferente en eso. Si son unos freakys de la política como yo, o si simplemente sufren de insomnio, habrán podido comprobar en los espacios de campaña electoral de la televisión pública que, además de los de siempre, hay partidos para todos los gustos, a saber: partidos regionalistas de todas las regiones, partidos ecologistas de todos los colores, partidos feministas, partidos falangistas, partidos de izquierda y de derecha. De todo. Y todos con programas y con propuestas.
Y, sin embargo, es prácticamente imposible que ninguno de ellos alcance representación. A no ser que alguien que ya la tiene y con miedo a verla disminuida, al igual que su poder, se empeñe en que algunos de estos nuevos artefactos políticos sí la obtengan.
Ya pasó no hace mucho con los dos partidos de “la nueva política”, Podemos y Ciudadanos, ambos los dos inventos que peor han envejecido de nuestra corta pero intensa historia democrática. A alguien en algún momento y en algún lugar le interesó que esas novedades fueran algo más que un anuncio de un minuto en los espacios gratuitos de propaganda electoral.
Y con unos objetivos muy claros. Unos se consiguieron y otros no. Ciudadanos, nació, creció y desparecerá sin dejar el más mínimo legado en ningún sitio, por suerte para todos, porque lo suyo era “neocon recargado”. Por su parte Podemos sí cumplió con el objetivo para el que fue acunado, que no es otro que haber reventado la izquierda, matar la poca socialdemocracia que quedaba y convertir a los partidos “progresistas” en una suerte de sectas mesiánicas donde más gana el que más esperpentos hace. De todas maneras, como ya ha cumplido con lo que le pusieron a hacer, lo único que nos queda es ofrecer una oración por su alma.
Pero ahora alguien ha decidido ultra potenciar de tapadillo, como siempre se hacen estas cosas, una opción política que es la negación de la política, con el peligro gigante que eso conlleva en un momento en que la gente más mayor de la sociedad está asqueada y la más joven apenas sabe leer y escribir y a lo máximo que aspiran es a “sentirse especiales”.
Ciudadanos era una formación liberal y Podemos supuestamente algo parecido al comunismo 2.0. Y con ambas se podían seguir el juego del arco político ideológico.
Pero ¿dónde situamos a quienes defienden la idea de acabar con todo para que la final no cambie nada? En el discurso inicial nos puede recordar a los inicios de VOX, cuando todo era disrupción y quema colectiva. Pero esto es otra cosa. Y es otra cosa muchísimo peor porque no se puede identificar. Es un enemigo contra la existencia misma que cualquier norma ética que luego se convierta el jurídica. Es un enemigo invisible porque se esconde detrás de la maldad de quien piensa que, si hay que destruir todo para seguir teniendo todo bajo control, que se haga.
Yo soy muy fiestera, mucho desde siempre. Y por eso puedo asegurar que para que la fiesta no acabe fatal hay que irse antes de que paren la música y te des cuenta de que estas bailando rodeada de monstruos. Urge que alguien encienda las luces cuanto antes.