Y ahí esttaban dentro de la pantalla y fuera del topicazo de la joven inculta y con el único objetivo de echarse un novio medio quinqui. Las chicas de los barrios, con aspiraciones, con metas, siempre peleando sin ninguna facilidad
Cuando se muere alguien como la actriz Verónica Echegui, tan joven, tan talentosa y tan hermosa, nos quedamos con el corazón encogido y cara de panoli porque no entendemos nada, pero no de la muerte, sino de la vida.
Vivimos como si fuéramos a estar aquí siempre y no entendemos, al menos no en nuestra cultura occidental hiperconsumista, que somos “la tara”, lo que sobra, tal y como explica perfectamente mi amiga Elena Catalán en su último y denso libro “El juego del Tarado”. Se lo recomiendo mucho para que vean claro, si es que están preparados, que este cuerpo que habitamos en forma de vestido de carne, en realidad es prestado, corruptible y se acaba.
Pero la mayoría no estamos al nivel de conciencia suficiente para aceptar esa insoportable existencia minúscula y nos quedamos con la cara de panoli.
En el caso que les comentaba de Echegui, toda mi generación de alrededor de la cuarentena se compungió. Y fue porque esta mujer dio vida a uno de los personajes más transversales y universales de la sociedad española y que muy pocas veces se ha llevado a la pantalla sin caer en los estereotipos de “Aída”, que tanto daño ha hecho a todo lo que se refier a los barrios.
El cine español últimamente gusta de recrearse en personajes demasiado rebuscados, que salen de unos dramas que poco tienen que ver con la vida normal, que para nada son atractivos y de un tiempo a esta parte se nota. La gente ya tiene bastante con sus dramas como para encima pagar por cargarte con el de la señor cincuentón de casa bien venido a menos, o del no binarie que busca su esencia, o cualquier cursilada vestida de revolución social. Y lo digo yo que he sido que he sido fan absoluta del cine español y que lo veo todo, aunque luego me gaste el sueldo en almax.
Pero a lo que iba, Verónica Echegui dio vida a “La Juani”. Y la Juani, como dice la escritora Aída Dos Santos en su libro “Hijas del Hormigón”, las juanis, las “chonis” somos la inmensa mayoría.
Repito, alejen cualquier tipo de asimilación de “choni” a todos los topicazos malolientes de barrio que el mal cine y tele les han encalomado.
Las juanis, las chicas de extrarradio, en aquel momento en que saltaron a la pantalla grande gracias a Echegui veinteañeras, ahora cuarentañeras, son esas mujeres de barrio que pelean cada día por su propia existencia y la de su prole. Las que desde hace mucho saben que si no hay trabajo no hay dinero y que sin dinero no se pagan las facturas, cada vez más altas. Y en eso dejan la vida.
Son las mujeres que han tenido que asimilar una dosis igual de pesimismo que de eficiencia resolutiva. Pesimismo porque sabes que, por muy bonito que sea algo algún pero tiene, que no puede ser tan fácil. Y eficiencia resolutiva porque dan igual los peros, ya que los tienes que resolver y seguir.
Recuerdo como si fuera ayer el estreno de “Yo soy la Juani”. El Periódico de Catalunya sacó un especial en su suplemento semanal para explicar ese fenómeno de “las juanis” que Bigas Luna acaba de sacar de los polígonos para llevarlo al cine. Lo devoré en el tren mientras iba y venía a trabajar. Supongo que no muchas como yo pudieron hacer lo mismo, porque las mujeres de lo barrios no solían leer mucho el periódico el fin de semana, no había tiempo.
Ahí estábamos, fuera del topicazo de la joven inculta y con el único objetivo de echarse un novio medio quinqui. Las mujeres de los barrios, con aspiraciones, con metas, siempre peleando, nunca ninguna facilidad. Más duros finales que finales felices.
Por eso cuando nos enteramos de que esa mujer que había sido La Juani por todas había muerto así, se cerró el circulo, se cumplió el destino y a las juanis, las que fuimos y en los que nos hemos convertido, se nos rompió el corazón. Que mal final para tanta pelea.