Hemos de pagar la culpa colectiva de haber votado a un sujeto desvergonzado, al que está demostrado que le escribieron la tesis doctoral y un ensayo. En otro lugar civilizado hubiera desaparecido de la vida pública, avergonzado y burlado, pero en esta Corte de las Falsedades preside el Gobierno. Sigue incontinente diciendo y haciendo mentiras, la última y más monumental la imaginada entrevista con el presidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden, en Bruselas el pasado 14 de junio: caminó a su lado 26 pasos durante 30 segundos por un pasillo colmado de guardaespaldas. En las fotografías se observa que él mira al gringo y el gringo mira al frente sin hacerle caso, pero tuvo la desfachatez de comentar que resultó una entrevista muy importante, en la que habían examinado los principales problemas mundiales, sobre los que se mostraron de acuerdo. Unos 30 segundos muy aprovechados, que han causado hilaridad general.
Para disimular su incompetencia designó un amplísimo Consejo de ministros y Conseja de ministras y Conseje de ministres todos tan necios, necias y necies como él mismo. Pero si hubiera que elegir al más estúpido, estúpida y estúpide de todos ellos, ellas y elles, ganaría la votación Irene Montero, Montera y Montere, a la que entregó la cartera de Igualdad. Es tan idiota, idioto e idiote que ha encargado la confección de un cartel para anunciar las celebraciones del Orgullo LGTBIQA+, con este rótulo: “Orgullo de todas, todos, todes. Por una España feminista y diversa”, y el logotipo de la Moncloa, lo que indica que todo el Gobierno, la Gobierna y el Gobierne lo aprueban. El cartel es cierto y ha sido muy reproducido, aunque parezca una guasa como mi escritura irónica y burlona.
Desde luego España es diversa. Ya lo proclamó a los cuatro vientos internacionales el eslogan utilizado por la dictadura fascista para atraer turistas con divisas: “España es diferente”, y fue la única verdad dicha por el régimen en sus 36 años de tiranía. Ahora le dan la razón los socialistas y las sociatontas.
Lo que no explica la Montera, Montero y Montere es por qué España tiene que ser feminista. Durante una entrevista que le hicieron en Televisión Española, por otro nombre La Voz de su Amo Sociata, el pasado 24 de junio, no le plantearon esa cuestión, aunque resulta fundamental, sino que todo giró en torno al lenguaje inclusivo. Ella defendió su utilización porque, aseguró, “lo que no se nombra no existe”. También hay cosas que se nombran y no existen, como los unicornios, los marcianos y la inteligencia de los, las y les integrantes de este Gobierno.
No se pueden tolerar en silencio las aberraciones cometidas a todas horas por los ministros, las ministras y les ministres. España no tiene por qué ser feminista, ni tampoco masculinista. Hasta hace muy pocos años los tres sexos coexistían pacíficamente, aunque algunos matrimonios se declarasen la guerra e incluso llegaran al crimen: eran y siguen siendo casos excepcionales, que por ello se dan a conocer en los medios de comunicación. Si fueran habituales nadie hablaría de ellos.
Hasta que las feministas irredentas decidieron tomar el mando de la vida pública en el reino, y para que se demuestre el cambio inventaron el lenguaje inclusivo utilizado por ellas, tratando de darle oficialidad, aunque la Real Academia Española no lo acepta, como es lógico. Además, discurrieron la añadidura de un tercer género a los tradicionales masculino y femenino. La cuestión no tendría mayor importancia si no destruyera toda la literatura escrita en correcto idioma castellano (que cada uno defienda el suyo), y el reformado no resultase innecesariamente complicado.
Pobres niños y niñas y niñes a los que sus maestras enseñen ese bodrio como lengua castellana. Les traerá más cuenta aprender a expresarse en chino, que es un idioma verdadero. Y solamente menciono a las maestras porque es de suponer que sus colegas masculinos (y masculines, si se quiere) no se contagien de tanta estupidez.
Arturo del Villar, escritor.
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