Si en los últimos 15 años un grupo de personas concreto, pongamos unas mujeres, se hubiera dedicado a asesinar sistemáticamente a otro grupo de personas concreto, pongamos a personas de raza negra, solo por el hecho de unas ser mujeres y otros ser negros y hubieran llegado a los más de 1000 asesinatos y nadie hubiera hecho nada contundente para evitarlo, estaríamos ante una crisis social y de convivencia sin precedentes, señalados por el mundo entero como una sociedad llena de odio, que permite crímenes raciales que aumentan año tras año y donde no existe auténtica voluntad política para frenarlo.
Así pasa con los feminicidios. Solo que no son mujeres matando negros sino que son hombres matando mujeres. Solo por ser hombres y solo por ser mujeres. Pero lo cierto es que han sido asesinadas bastante más de mil mujeres.
Hay que tener en cuenta que hacen falta tantos requisitos para ser contabilizada después de muerta como asesinada por un machista porque era un machista, que muchas se quedan fuera de la lista. Y me niego a llamarlas “víctimas de violencia machista”, como si las hubiera matado un virus o un ente. No, a las mujeres las matan hombres, hombres feminicidas con nombres y apellidos.
Por ejemplo, Verónica, que se suicidó por la graciosa actitud que tuvieron sus compañeros y compañeras de trabajo de amargarle la existencia hasta que no pudo más; o Lily, que murió por la cantidad de palizas que le daba su chulo en el Raval; o la última, la chica embarazada de seis meses encontrada degollada en Xátiva, que parece que ha sido asesinada por un putero. Ninguna de ellas entra en las estadísticas oficiales. Ellas son las malmuertas.
Las malmuertas son las mujeres cuya muerte no encaja en ningún sitio, ni en nuestras leyes, ni para nuestros jueces, ni sobre todo para gran parte de los y las periodistas que cada vez menos saben cómo llamarlas. Ni para la sociedad. Las muertas incómodas, las que no se mueren en su casa escondidas, las que no aguantaron, las que no las matan ni el novio ni el marido ni el ex despechado, “como está mandado”, para las categorías oficiales.
Las malmuertas que molestan porque nos recuerdan, cada día, que hay algo que está muy mal en nuestra sociedad súper avanzada y en nuestras cabezas que toleran este nivel de violencia, pero que prefieren no ponerle nombre porque, ya se sabe, que lo que no se dice no existe. Y si nadie habla de feminicidio, ¿pues cómo va a haber aquí feminicidios?
Pues sí, hay más de mil feminicidios y, por ende, más de mil feminicidas. Todos hombres. Todos ellos asesinaron a una mujer porque era eso, una mujer. No es tan difícil de entender. No importan las justificaciones triviales o apellidos que algunos les quieran poner a las víctimas (si era su ex, si le provocó, si se fue con otro, etc., etc., etc…). Todas y cada una de las víctimas son malmuertas.
Lo cierto es que esos más de mil feminicidios, todos y cada y uno de ellos, solo se han podido cometer porque el asesino era un hombre y la asesinada una mujer. Esos mismos asesinos, feminicidas machistas, no hubieran asesinado a esa persona de ser otro hombre. Igual que una persona racista que mata a un negro por ser negro no lo hubiera matado de ser blanco, sin importar nada más; ni su estado civil, ni de quién era novio, ni qué ropa llevaba, ni a qué se dedicaba…
Esos más de mil feminicidios (más las malmuertas a las que el sistema machista decide no contar porque no tiene dónde encasillarlas) son crímenes de odio, donde sólo juega el instinto asesino y la fobia a ese otro colectivo: las mujeres.
En el feminicidio, todos los elementos están bien claros y tienen unas características muy específicas; a saber, un victimario siempre hombre, una víctima, siempre mujer, y un móvil, es este caso el odio de una parte de los hombres hacia las mujeres a las que ni siquiera consideran seres humanos dignos de vivir. Y por eso las matan.
Hasta que no logremos meternos en nuestras cabecitas progres (y digo progres porque de los otros no espero nada, obviamente) que existe el hecho de que hay hombres que matan a mujeres solo porque las odian por ser mujeres únicamente, que eso se llama feminicidio y que debe estar tanto en nuestro vocabulario como en nuestras leyes y programas de gobierno, la lista va a seguir hasta el siguiente millar y mucho más.
Y de paso, también en los diccionarios del Word, ya que cada vez que he escrito la palabra feminicidio en este artículo me lo señala como falta de ortografía para recordarme que el feminicidio no existe.