Reflexión Crítica sobre la Psicología, el Feminismo y la Comercialización del Dolor de las Mujeres
Quiero compartir una reflexión personal sobre la relación entre la psicología y los traumas que muchas mujeres feministas enfrentan en su lucha contra el patriarcado. Desde el inicio, deseo dejar claro que respeto a quienes encuentran exclusivamente apoyo en la terapia psicológica. No obstante, no considero que la psicología sea la solución definitiva para los traumas que las feministas experimentamos.
Mi escepticismo se fundamenta en la observación de cómo, en numerosos casos, la psicología se presenta como una solución individual a problemas que son colectivos y profundamente enraizados en las estructuras patriarcales. El sufrimiento de las mujeres no surge en el vacío; está ligado a un sistema que nos oprime, limita nuestras posibilidades y nos impone cargas emocionales inmensas. Ante esta realidad, la terapia psicológica suele centrarse en la sanación individual, sin cuestionar o desafiar las raíces estructurales de esa opresión.
No es casualidad que estas terapias promuevan soluciones individualistas. La inclusión de la identidad de género en la psicología tiende a enfocarse en la experiencia personal, lo que puede llevar a una visión atomizada de los problemas que enfrentan las mujeres. Sin una perspectiva feminista que reconozca el impacto de las estructuras sociales y culturales, la psicología tiende a tratar las problemáticas de las mujeres como cuestiones aisladas en lugar de abordar sus raíces estructurales.
Al carecer de una visión emancipadora y feminista, la psicología corre el riesgo de despolitizar el sufrimiento de las mujeres. Las experiencias de opresión, violencia y discriminación se abordan como asuntos meramente personales o identitarios, en lugar de entenderse como problemas colectivos que requieren un cambio social profundo. Además, sin un enfoque feminista crítico, la enseñanza de la psicología podría reforzar estereotipos de género al no cuestionar las normas patriarcales que los perpetúan, lo que podría derivar en intervenciones que, en lugar de empoderar a las mujeres, las mantengan dentro de roles tradicionales y limitantes.
La perspectiva de identidad de género, sin un enfoque feminista, no aborda adecuadamente la intersección entre sexos, clase, etnia y otras formas de opresión, lo que limita la comprensión de cómo las mujeres experimentan la discriminación de manera diferente según sus contextos sociales, económicos y culturales. Cuando la identidad de género se convierte en el foco principal, cuestiones específicas de la opresión de las mujeres, como la violencia machista, la brecha salarial, la desigualdad laboral o los problemas arraigados en las conductas derivadas de nuestra propia socialización como mujeres, podrían ser relegadas a un segundo plano o tratadas superficialmente.
La ausencia de una perspectiva emancipadora feminista en la psicología universitaria podría perpetuar la situación actual al no cuestionar las estructuras de poder que mantienen la desigualdad de los sexos. Esto podría derivar en profesionales que no estén preparados para abordar las causas profundas de los problemas que enfrentan las mujeres, limitando su capacidad para promover un cambio social significativo.
Enseñar psicología con una perspectiva de identidad de género sin integrar una visión feminista y emancipadora, como actualmente sucede en las universidades de nuestro país, puede ser contraproducente, perpetuando la opresión de las mujeres y debilitando la lucha por su verdadera liberación. Es esencial que la psicología universitaria aborde estas cuestiones desde un enfoque que reconozca y desafíe las estructuras patriarcales, promoviendo un análisis profundo y crítico que contribuya a la emancipación de todas las mujeres.
También me inquieta cómo profesionales de la psicología han encontrado en las mujeres feministas un nicho de mercado muy a su alcance. A menudo, se comercializa la terapia como un camino indispensable para la sanación, pero me pregunto si, en algunos casos, se está utilizando nuestro dolor como una fuente de ingresos. Es preocupante pensar que, en lugar de ofrecer herramientas verdaderamente liberadoras, se perpetúa una dependencia hacia un sistema que nos obliga a adaptarnos, en lugar de transformar las condiciones que generan nuestro malestar.
Estoy convencida de que los traumas que enfrentamos como feministas no se solucionan únicamente en la consulta de un psicólogo. Necesitamos espacios colectivos de resistencia y apoyo mutuo donde podamos comprender que nuestra lucha es común, y que la verdadera sanación proviene de la transformación social, no de la adaptación individual a un sistema que perpetúa nuestra opresión.
Mi crítica no va dirigida a las personas que buscan o encuentran alivio en la terapia, sino a un enfoque que aísla el sufrimiento de su contexto estructural y lo convierte en una mercancía. Creo firmemente que la liberación y sanación de las mujeres feministas se encuentra en la acción colectiva, en la resistencia compartida y en la lucha por cambiar las condiciones que nos causan daño, no en soluciones individuales que solo benefician a quienes lucran con nuestro dolor.
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Reseña.
Mayca Romero Sánchez de la Campa
Agente Editorial | Educación social. Activista y Militante feminista. Fundadora de Cádiz abolicionista y la Plataforma Andaluza de Mujeres Abolicionistas