Nací en la lucha obrera, donde aprendí que resistir era cuestión de supervivencia. Pero fue el feminismo el que me abrió otro horizonte: no sólo resistir, sino crecer juntas, construir y transformar. En ese camino encontré mujeres imprescindibles. Soy feliz en el feminismo, porque lo que hacemos no nace del poder, ni de la ambición, ni del ego, sino del amor a las mujeres y a la vida digna.
No me atraen en exceso ni las redes sociales, ni el ruido, ni la sobreexposición. Creo que esa distancia me ayuda a mantener el foco y la independencia.
En mi genealogía hay dos presencias que marcan huella: Carlota B., en la práctica, siempre sosteniéndome; y Anna Prats, en la teoría, compartiendo pensamiento y amistad. De ellas, y de tantas otras, aprendí que el feminismo no se hereda: se construye con el cuerpo, con la palabra y con la acción.
Desde que cofundé Cádiz Abolicionista he caminado junto a compañeras valientes en más de una docena de campañas contra proxenetas y puteros. Hemos señalado con nombres y apellidos a quienes, desde la universidad pública, la política o la administración, han pretendido recortar los derechos de las mujeres. No hemos tenido miedo de ocupar espacios, confrontar privilegios ni incomodar a los poderes establecidos, aun cuando esos puestos estuvieran ocupados por amigas de toda la vida. Porque aprendimos que lo que da sentido a la lucha no son los ataques recibidos, sino la certeza de sabernos acompañadas por tantas mujeres que no se rinden.
En estos años hemos sido la única voz feminista presente en el Consejo Municipal de la Mujer de Cádiz, defendiendo los derechos de las mujeres por el hecho de ser mujeres. Siempre con independencia de partidos, porque lo tenemos claro: no se trata de nosotras, se trata de todas.
No han faltado confrontaciones, incluso con quienes se decían cercanos. En plenos municipales bajo la legislatura de José María González, o en la Universidad de Cádiz, que aún hoy mantiene cerradas sus puertas a nuestro activismo y se ha sumado a la difamación personal y profesional. Esas heridas duelen, pero también enseñan: la coherencia tiene un precio, y la incomodidad es parte del pensamiento crítico.
A pesar de todo, seguimos generando espacios propios. En 2024 nacieron nuestras Escuelas Feministas de Pensamiento Crítico, precisamente en la Universidad de Cádiz, a pesar de las amenazas. Este año aún no puedo contar en qué condiciones, pero lo haré. Lo cierto es que no nos moveremos: nos quedaremos. Ese es nuestro acto de resistencia. Primero en el campus de Jerez y ahora en la Facultad de Enfermería de Cádiz, son proyectos levantados con esfuerzo colectivo, con financiación legítima y con la convicción de que el feminismo tiene derecho a ocupar la universidad, ese lugar que tantas veces nos fue negado.
También impulsamos la Plataforma Andaluza de Mujeres Abolicionistas (PAMA) y los Congresos Abolicionistas en Andalucía, nacidos en plena pandemia, cuando los recursos eran escasos pero la voluntad inmensa. Aquella primera edición fue un acto de resistencia —que aún me acompaña mordida del brazo—; la segunda, un ejercicio de organización; y las que siguieron —en Cádiz, Almería y ahora Córdoba— son la prueba de que el feminismo radical sigue vivo, en disputa y en movimiento. No es fácil, no está exento de tensiones, pero ahí reside su fuerza: en su capacidad de sacudirnos y obligarnos a pensar.
Por el camino hemos soportado boicots, difamaciones y ataques personales. Pero ninguna denuncia ni sanción pesa sobre mi o ninguna de mis compañeras, porque nuestro compromiso no es oportunista ni remunerado, sino político y vital. Y pese a las dificultades, seguimos en pie.
Hoy puedo decirlo con certeza: yo, Mayca Romero Sánchez de la Campa, sigo aquí. Pero no estoy sola. Camino con todas las que estuvieron y con las que aún están, defendiendo los derechos de las mujeres frente al proxenetismo, la prostitución y las violencias machistas. Construyendo genealogía feminista, sosteniendo dignidad.
He aprendido a corregir errores, a mejorar lo necesario y a pedir ayuda cuando hace falta. Porque no se trata de insistir en lo que hiere, sino de evitar que vuelva a suceder.
Aunque intenten debilitarnos o boicotear nuestros espacios, seguimos en pie. Porque no se trata de una sola mujer: Se trata de muchas.
Y no olvidamos lo urgente: nuestra compañera Ibtissame “Betty” Lachgar, encarcelada injustamente en Marruecos. Su libertad es también la nuestra, y mientras ella resiste, nosotras no dejaremos de luchar.
Mayca Romero Sánchez de la Campa. Cofundadora de Cádiz Abolicionista y Fundadora de la Plataforma Andaluza de Mujeres Abolicionistas.