Abolicionismo de boquilla: cuando los partidos callan ante la prostitución
Ni el PSOE ni el PP son coherentes con el abolicionismo que proclaman. Su militancia masculina consumen prostitución, sus mujeres los protegen con votos y silencios, y las feministas somos las únicas que mantenemos la lucha.
Cada 23 de septiembre, Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas, los partidos políticos repiten el mismo guion: “España es un país abolicionista”. Pero la realidad es otra: ni PSOE ni PP han querido legislar contra la prostitución. Y no hablamos de declaraciones, hablamos de hechos.
Las propuestas que llevamos décadas presentando —sancionar a los puteros, cerrar prostíbulos, pisos con mimo fin, garantizar salidas laborales para las mujeres prostituidas— son sistemáticamente bloqueadas. El abolicionismo de los partidos es un eslogan, no una práctica.
España, un país que vive de espaldas a la prostitución
Los datos son contundentes: en nuestro país hay más de 114.000 mujeres en situación de prostitución, según el Ministerio de Igualdad. Una de cada cuatro está bajo redes de trata. Las demás, bajo la ficción de la “libre elección” en un contexto de precariedad y violencia estructural. Solo en 2024, la Policía Nacional liberó a 648 mujeres víctimas de explotación sexual.
España es además el tercer país del mundo con más puteros por metro cuadrado y un destino prioritario para el turismo sexual. Y sin embargo, seguimos sin una ley integral que persiga a proxenetas y sancione a los puteros. Lo que tenemos es inacción política envuelta en discursos morados.
Mientras tanto, desde los sectores más liberales —incluido un Podemos prácticamente desaparecido— se sigue defendiendo la prostitución como “trabajo sexual”, legitimando así la venta de mujeres como mercancía.
PSOE y PP: abolicionistas de fachada
Tanto el PSOE como el PP se declaran abolicionistas. Lo repiten como una frase hecha, un mantra vacío, como cuando José Luis Ábalos se proclamaba feminista en el Congreso y ahora su propia exesposa, Carolina Perles, lo señalaba públicamente en televisión como putero. Ejemplo perfecto de la distancia entre discurso y práctica.
- El PSOE ha presentado proposiciones de ley contra el proxenetismo, pero nunca ha incluido sanciones a los puteros. Hablan de abolición sin atreverse a señalar la demanda. Quizás porque, si lo hicieran, quedarían sin “varones”.
- El PP rechaza las propuestas socialistas tachándolas de insuficientes, pero tampoco legisla nada propio. En comunidades y ayuntamientos gobernados por populares, impulsar ordenanzas para cerrar prostíbulos o apoyar alternativas a las mujeres es misión imposible. No porque sean abiertamente regulacionistas, sino porque —como he llegado a concluir— no entienden de feminismo ni quieren entender.
Al final, ambos partidos coinciden en lo mismo: prometer mucho, hacer poco.
El silencio cómplice de las mujeres en los partidos
Este es quizá el punto más doloroso: las mujeres que militan en el PSOE y en el PP, muchas de ellas con discurso feminista, no se suman a la lucha abolicionista cuando se enfrentan a sus propios compañeros.
- En el PSOE, por disciplina de partido o por miedo a señalar a los suyos, diputadas y concejalas terminan votando a favor de textos descafeinados o incluso contrarios a las propuestas feministas. Prefieren no incomodar a sus dirigentes varones, aunque eso signifique traicionar la agenda feminista que dicen defender.
- En el PP, la lógica es distinta, pero el resultado es el mismo. Adoptan el discurso “abolicionista” como bandera electoral, pero en la práctica defienden posturas cercanas a la regulación encubierta. Lo disfrazan de pragmatismo y de “llamada a la unidad”, pero lo que esconden es un silencio funcional al negocio proxeneta y de prostitución.
En ambos casos, las mujeres del poder tapan a los hombres del poder. Callan, justifican, votan en contra de avances reales. Y el feminismo, el que no negocia con la explotación sexual, queda marginado.
Lo que pedimos y lo que se niegan a aprobar
El feminismo no improvisa: llevamos años con propuestas claras y realistas. Entre ellas:
- Penalizar a los puteros.
- Cerrar prostíbulos y pisos donde se ejerce explotación sexual.
- Ofrecer alternativas laborales, vivienda y ayudas a las mujeres que quieren salir del sistema prostitucional.
- Crear una red de refugios y asistencia legal para víctimas de prostitución y trata.
- Educar en igualdad y sexualidad feminista desde la infancia.
Nada de esto es radical. Es sentido común. Pero los partidos se niegan a ejecutar nada de esto porque sus intereses están en juego. Porque legislar de verdad contra la prostitución significaría reconocer que los puteros también están en sus filas.
Un grito desde Cádiz al Estado entero
En Cádiz, como en toda España, lo hemos vivido en primera persona. Nos invitan a reuniones, nos sonríen, cogen de las ideas lo que les interesa, y si alzas la voz eres una desquiciada Y después archivan nuestras propuestas. Nos ningunean, nos desacreditan, nos llaman radicales.
Pero lo radical es permitir que miles de mujeres sigan siendo explotadas con total impunidad.
Cada vez que me siento en una mesa de negociación, cada vez que escucho cómo intentan darle la vuelta a nuestras demandas, recuerdo a las mujeres en la calle, sin hogar, en los pisos, siendo abusadas una y otra vez. Y mientras tanto, las instituciones, nos miran con superioridad, como si su mierda de idea, fuera a salvar la vida de alguna mujer y encima dale las gracias,que por cierto; ni muerta.
La genealogía feminista me ha enseñado que, cuando desde las instituciones se sientan a escuchar a las feministas, no están escuchando a una asociación aislada ni a un grupo con intereses particulares. Están escuchando la voz de una agenda histórica, construida por generaciones de mujeres que lucharon antes que nosotras y que sostienen nuestro presente. Lo que llevamos a esas mesas no son ocurrencias ni demandas caprichosas: es la agenda feminista, el legado colectivo que señala el camino para acabar con la violencia y la explotación. Y como activista ese es mi deber y también mi fuerza.
Este 23 de septiembre no necesitamos más discursos vacíos. Necesitamos una ley abolicionista integral. Necesitamos valentía política. Necesitamos coherencia. Y necesitamos que las mujeres en los partidos dejen de ser cómplices por acción u omisión.
El abolicionismo no puede ser un eslogan electoral. Es una urgencia democrática. Porque lo que está en juego no son cargos ni votos: son vidas.
Basta de abolicionismo de boquilla. Basta de tapar a los puteros. Basta de utilizar al feminismo como escaparate.
Es hora de escuchar, de actuar y de abolir.
Mayca Romero Sánchez de la Campa. Cofundadora de Cádiz Abolicionista y Fundadora de la Plataforma Andaluza de Mujeres Abolicionistas.