Los insolidarios (más sus cómplices) están venciendo a los solidarios

Jose Luis

Se escribe mucho en estos últimos tiempos de solidaridad e insolidaridad. Convendría antes situarnos en la definición que la RAE da a esa bella palabra; “solidaridad”. “Adhesión a la causa o la empresa de otros”.

O lo que podría ser lo mismo, nuestro compromiso de apoyo a algo que ayuda, o al menos no entorpece, a nuestro prójimo. Por cierto, otra palabra sublime que utilizamos cada vez menos, quizás porque considerar a otros ciudadanos como prójimo (persona respecto de otra considerada bajo el concepto de solidaridad humana) esté a la baja en una sociedad individualista y según Bauman, líquida.

Prójimo, solidaridad, solidario, insolidario y pandemia van a suponer el nudo gordiano de esta reflexión.

Porque la Covid-19 ha hecho emerger estos conceptos, como argumentos para analizar la situación actual.

Los bienintencionados hacen ahora llamamientos a la solidaridad para evitar comportamientos irresponsables, que sabemos con certeza son los causantes de esta segunda ola de infectados y la crisis consiguiente.

Lamentablemente la actual situación demuestra el fracaso de nuestra sociedad, porque los insolidarios con la ayuda de sus cómplices activos o pasivos, están derrotando a los solidarios, a la importante parte de la sociedad que con su sensatez da ejemplo de civismo cumpliendo rigurosamente las normas y que está sufriendo las consecuencias de su insensatez.

Demuestra que tenemos grupos, más numerosos de lo que los buenistas a veces señalan, que no tienen en cuenta que su manera de actuar afecta al resto de sus prójimos y si lo tienen les importa un carajo.

Que su comportamiento incívico provoca contagios, confinamientos, ingresos hospitalarios, dolor, sufrimiento, pérdidas de empleos, quiebra de economías y muertes.

Pero esas gentes no podrían realizar lo que hacen y por tanto convertirse en un peligro para los demás, si no existieran cómplices que en unos casos por dejación y en otros por cobardía les ayudan a hacerlo. De esas gentes va esta reflexión.

¿Quiénes son esos cómplices?

Por un lado, otros ciudadanos que no tienen el valor de recriminarles cuando les ven poniendo en peligro al resto. Es probable que sea como consecuencia de la presión que se ejerció durante el confinamiento, contra quienes haciendo uso su derecho a protegerse a ellos y los suyos, fueron descalificados al considerarles “policías de balcón o de ventana”.

Ya sabemos que, en este país, más en unas zonas que en otras, que te identifiquen como represor, o colaboracionista está muy mal visto. Pero en el momento actual, cuando nos jugamos la salud y el empleo, esa máxima debe decaer.

Hoy en día el deber social más importante es actuar frente a quienes nos ponen en peligro y si para eso es necesario ejercer lo que los buenistas señalan como de policía, chivato, o represor se debe hacer; por el bien común.

Otro tipo de colaboradores con los insolidarios son los poderes políticos, especialmente los más próximos como presidentes de autonomía o alcaldes, aunque también el gobierno central, que, teniendo la responsabilidad de poner orden en este desastre, por dejación o cobardía no lo hacen.

Puede parecer dura esta afirmación, pero las semanas que llevamos desde el inicio de la nueva normalidad están demostrando, que los intentos de convencer a esas gentes de que sus comportamientos ponen en peligro al resto de la sociedad NO están funcionando.

Resultó especialmente patética la llamada de Fernando Simón para que los denominados “influencers”, colaboraran en las campañas para llamar al orden a los insolidarios.

Si un gobierno hace ese tipo de petición de auxilio, está demostrando su debilidad y su más absoluto fracaso en esta batalla.

El gobierno central, los autonómicos y municipales, tienen lo que parece ser el único instrumento útil para evitar que una minoría (por cierto, importante y no minúscula) de ciudadanos y ciudadanas pongan en peligro la salud y la economía del resto: las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Sólo a través de la actuación contundente persiguiendo con dureza a los canallas de Policía Nacional, Guardia Civil, Policías Autonómicas y Municipales se puede poner freno a este desvarío. Todo ello con el apoyo y soporte del poder judicial.

El fracaso de las medidas educativas y de convencimiento lleva inexorablemente a esta conclusión.

Porque hoy en día en esta guerra (sí, sí, guerra) que tenemos con el virus y sus colaboradores, los insolidarios están venciendo a los solidaros, los irresponsables a los responsables, los insensatos a los sensatos, con la colaboración por cobardía o inacción de los poderes del estado.

Viendo las imágenes de la reacción ciudadana ante otro fracaso como es la plaga de ocupaciones que sufrimos, uno se pregunta si también en este tema deberíamos organizar grupos de ciudadanos para cubrir el hueco que dejan nuestras acobardadas autoridades.

Nos estamos jugando mucho, creo que ya va siendo hora de con valentía y respeto llamemos a cada cosa por su nombre, haciendo un llamamiento a que cada cual cumpla con sus obligaciones y con el deber social que le corresponde.

Lamentablemente esta situación de riesgo se está demostrando que no se soluciona con campañas de concienciación, buenas palabras, o intentos de convencer a los inconvencibles, se soluciona con una palabra que genera recelos pero que puede ser hoy la única eficaz: con represión contra los que ponen en peligro al resto de la ciudadanía.

Puede parecer extrema esta reflexión, pero no sería así si por ejemplo se tratara de atajar la violencia contra la mujer, o contra los niños.

Es hora de ser valientes con las opiniones, pero especialmente con los hechos. No podemos consentir que tanto esfuerzo se venga abajo por dejación o cobardía ante los canallas.

We will see……….

Por: José Luis Úriz Iglesias (Exparlamentario y concejal de PSN-PSOE)

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