Se busca vivienda social para pijo de moqueta

Who pays for this party?

Volver a dar poder a personajes como Colau, que ahora parecen reproducirse como Gremblin que se moja en esta nueva hornada de niños bien con ínfulas de Ché Guevara del Zara, es un suicidio para cualquier lugar donde aparezcan y por ello es necesaria la erradicación de este tipo de fraudes políticos desde ya.

La inmensa mayoría de gente que conozco se lleva matando toda la vida para no vivir de gratis. Pagan su alquiler o su hipoteca religiosamente. Lo pagan con sueldos que se ganan yendo a trabajar cada día desde bien tempranito a trabajo que, en la mayoría de los casos, no es precisamente el trabajo con el que soñaron toda su vida. Pero hay que pagar las facturas y no queda de otra que currar. O al menos eso nos habían dicho.

Además de las facturas, las hipotecas y los alquileres, esa inmensa mayoría de personas serias y de fiar también se hartan de pagar impuestos. Cada vez más impuestos. Ahora precisamente que empieza la siempre puntual campaña de la renta cabe recordar que España tiene un régimen fiscal infernal, de los más abusivos y menos progresivos de la Unión Europea, y de los que más ganas te dan de pegarle fuego a todo si lo comparas con la calidad, cada vez más paupérrima, de los servicios públicos. Véase el transporte público, por ejemplo.

Estos días se han convocado en diferentes ciudades manifestaciones con la excusa de la vivienda para exigir, básicamente, la abolición de la propiedad privada, de la seguridad jurídica y la quema en la hoguera de cualquiera que alquile un piso. Porque loque se solicita no es que exista una política de vivienda en el gobierno construya, de una vez por todas, un parque de vivienda pública digna para los trabajadores, o que exija a los bancos que devuelvan los 60.000 millones de euros, con los que se les rescató hace ya diez años, en forma de esa cantidad ingente de pisos vacíos que tienen y con los que se dedican a especular. No, eso no.

Lo que se pide es la regulación de los precios del alquiler a costa de cualquiera de esos que nombraba al principio que llevan toda la vida deslomándose para pagar sus hipotecas y los impuestos y gastos que conlleva tener una propiedad, que no son pocos.

Pero además de la petición, aquí lo que llama la atención es de quién parte el reclamo.

Y de nuevo hay que girar la mirada hacia Barcelona, que en lo que se refiere a generar engendros políticos altamente destructivos y peligrosos se está llevando la palma en la última década. De nuevo, la “revolución” de la vivienda la encabezan un par de individuos de un perfil ya conocido. Concretamente dos personajes que nada tienen que ver con la precariedad y que, directa o indirectamente llevan toda la vida viviendo muy cómodamente gracias a lo público, eso que alimentan los que estamos sangrados a impuestos.

Su mayor logro ha sido, hasta el momento, que el ayuntamiento de Barcelona se gastara una millonada de euros en la Casa Orsola, una finca señorial en el corazón de l’Eixample donde viven ocho personas, con unos ingresos medios de 2.500 euros al mes, casualmente también, funcionarios públicos o similar. Ya les puedo asegurar que ahí no van a tener cabida familias vulnerables de esas que sobreviven con la limosna institucional del ingreso mínimo vital.

Pero la raza autóctona barcelonesa de “pijo-asamblearios” de Calvin Klein calificaron de “una victoria del pueblo” a ese negocio redondo de la especulación urbanística a costa del erario público, que es lo que fue esa operación en la que alguien ganó muchísimo dinero. Ya se sabe, perro no come perro y entre ricos no fastidian unos a otros.

Lo que quiero con esto es hacerles una advertencia, como barcelonesa que ama profundamente su ciudad natal y que ha presenciado con mucha rabia y amargura como la han destrozado individuos e individuas de este perfil. Tengan cuidado. Volver a dar, aunque sea una mínima parcela de poder a personajes como Colau, que ahora parecen reproducirse como Gremblin que se moja, en esta nueva hornada de niños bien con ínfulas de Ché Guevara del Zara, es un suicidio económico, social y cívico en cualquier lugar donde aparezcan y por ello es necesaria la erradicación de este tipo de fraudes políticos desde ya.

Barcelona ya no tiene arreglo y nunca volverá a ser la misma después del cataclismo de posmolerdez y odio que la arrasó a manos de estos seres. No dejen que pase lo mismo allá donde vivan.

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