Nadie sabe, a menos que lo haya vivido, lo que supone que te arranquen a tu hija. El día que a mí me la arrancaron morí, morí en vida. Pegué mis pedacitos para poder salir del Servicio de Infancia que fue donde ocurrió y al salir, me sentí vacía, sin vida. No sabía qué hacer, ni a dónde acudir. Mi cuerpo estaba amoratado, pero me dolía el alma.
Nunca asimilas lo que te ha pasado porque tu mente no entiende tanto dolor, tanto sufrimiento, tanta maldad. Lloras y lloras. Escuchas su respiración mientras estás en la cama, la oyes llamándote en sueños, sientes su dolor y a la vez, no la puedes ayudar y te ves inmersa en una impotencia que te genera una grandísima frustración.
Por Iruñe Costumero de la Asociación La Volaera. Vía Nueva Revolución.