Ante el debate generado por la campaña del Ministerio de Consumo sobre la necesidad de reducir el consumo de carne, Ecologistas en Acción recuerda el posicionamiento de la organización contra la ganadería industrial y en favor de la ganadería extensiva y agroecológica.
La campaña del Ministerio de Consumo #MenosCarneMásVida acierta al señalar el problema que supone el excesivo consumo de carne en países como España, tanto por motivos de salud pública como socioeconómicos y ambientales. Sin embargo, es imprescindible diferenciar entre el modelo industrial y el extensivo, ya que sus consecuencias son bien distintas.
La ganadería extensiva contribuye a mantener los paisajes y ecosistemas, integrándose con la agricultura de manera sostenible, y manteniendo un mundo rural vivo a partir de su relación directa con la economía y la sociedad local, a diferencia de la ganadería industrial, vinculada a insumos externos como la soja transgénica procedente de Sudamérica y a la exportación internacional. Según una investigación que publicará próximamente Ecologistas en Acción, tres de cada cuatro municipios con ganadería industrial de menos de 5.000 habitantes pierden más población que los que no han desarrollado este modelo productivo.
A nivel de salud pública, las autoridades sanitarias recomiendan una reducción del consumo de productos de origen animal, especialmente carnes rojas y procesadas las cuales están declaradas por la OMS como “posiblemente cancerígenas”. Para Ecologistas en Acción, esta necesaria reducción tiene que ir acompañada de un cambio en el origen de estos productos, que deben provenir de ganadería extensiva y, en la medida de lo posible, agroecológica. La ganadería extensiva además genera más empleo, por el tipo de manejo y por la industria de transformación y puesta en valor artesana y local asociada, en contraposición a la industrial que, al estar mecanizada, requiere menos mano de obra.
En el plano ambiental, la ganadería, según sea el modelo productivo al que nos refiramos, puede contribuir al cambio climático o mitigarlo. La ganadería industrial genera grandes cantidades de gases de efecto invernadero en las distintas fases de producción, transformación, transporte de insumos y productos o producción de piensos, mientras que la ganadería extensiva compensa sus emisiones a partir del aprovechamiento de los recursos locales. Los pastos, por ejemplo, son sumideros de CO2. Por otro lado, la ganadería extensiva, al contrario que la industrial, no genera problemas de contaminación de aguas por nitratos que están llevando a muchos pueblos a no tener acceso a agua potable. Este problema, también de salud pública y vinculado a la expansión de la ganadería industrial, se puede visualizar en el mapa publicado por Ecologistas en Acción, a partir de información de la Junta de Castilla y León, donde los municipios en esta situación han pasado de 67 a 709.
El debate generado en torno a la reducción del consumo de carne es fundamental para afrontar la emergencia climática y el reto demográfico, apostando por políticas públicas que favorezcan la ganadería extensiva en detrimento de la ganadería industrial.