Núria González, feminista, activista, abogada, sindicalista y barcelonesa.
Tengo que reconocer ante todos ustedes que al feminismo le ha salido un aliado tan inesperado como poderoso: la FIFA.
Desde hace unos meses se ve la clara intención de intentar poner de moda el fútbol femenino. Empezando por casa, vemos como los dos grandes equipos, Barça y Madrid, han sacado del ostracismo a sus chicas y han enfocado las luces hacia ellas, dispuestos a explorar y explotar a esa mitad de la población que, según ellos, ha sido la enemiga natural de las tardes de fútbol, por ser la razón por la que nuestros amados nos abandonaban tarde tras tarde de domingo,mientras nosotras nos preguntábamos amargamente el porqué de aquella desgracia dominical. En el caso del Madrid es aún más cañí el tema porque el que será su primer equipo femenino es una compra de un club llamado “Tacones”. ¿Se puede ser más apropiado? Obvio, no.
Pero lo más sorprendente está pasando en Oriente Medio. El magnánimo régimen de Irán ha autorizado a sus mujeres a poder ir al estadio a disfrutar del fantástico espectáculo del partido Irán- Camboya clasificatorio para el mundial de Qatar 2022. Y este país, Qatar, en un ataque de locura libertina, ha decidido que no va a restringir el acceso de las mujeres a los partidos del campeonato. ¡Cuanto avance, queridas hermanas! Ni en nuestros mejores sueños hubiéramos aspirado a una situación tal de igualdad y libertad para nuestras congéneres árabes. 300 años de lucha feminista con base en sangre, sudor y lágrimas por fin dan sus verdaderos frutos…
Pero ahí no se queda la cosa. Hace días que nos bombardean con noticias de que las saudíes por fin van a poder no sólo ir al fútbol, ¡sino jugar al fútbol!
De hecho, estos días se inaugura el primer campeonato oficial de fútbol femenino en Arabia Saudí y ojo, ¡¡no va a haber restricciones con la ropa para jugar!! Eso sí, no van a retransmitirlo por la televisión, no vaya a ser que los cuerpos de esas mujeres, fuera de los velos, burkas y burkinis, inciten a algún pensamiento impuro de sus paisanos y entonces tengamos un problema. El problema.
El problema de siempre, pero que algunos por flojera de ideas y otros por puro patriarcado misógino militante, nos quieren enchufar disfrazado de tradición y libertad de pensamiento. El problema de entender a las mujeres como seres inferiores, que deben vivir encerradas en sus casas, a la sobra de sus hombres tutores, o escondidas bajo velos y niqabs, para ocultar la pecaminosa naturaleza de sus cuerpos que, por el mero hecho de existir, ya incitan al pecado del ser celestial que es el hombre.
Las mujeres que intentan salir de ese encierro eterno bajo cárceles de tela (que no prendas de vestir), son discriminadas, perseguidas, repudiadas, encarceladas e incluso asesinadas por los propios miembros de su comunidad, en la mayoría de las ocasiones.
Sin embargo, ahora llega la FIFA queriendo vender entradas para los partidos y no va a permitir que se le escape la mitad del mercado por una nimia cuestión de “tradición”. Y entonces, los gerifaltes musulmanes aflojan su puño de hierro sobre sus esclavas para no poner en peligro un negocio tan suculento como lo es un mundial de fútbol y desde occidente, nos quedamos maravillados con tanto progreso a golpe de chutes a puerta, de VAR y mucho bar. Como decía Sabina, ¡que viva la bisutería!
Obviamos también de paso el pequeño detalle de que los estadios de fútbol de Qatar se están construyendo con mano de obra esclava (en abril de 2018 ya se contabilizaban más de 2 mil nepalíes muertos en la construcción de estadios y centros de convenciones de Qatar según la Fundación para la Democracia Internacional). Y pasemos por alto también el hecho de que, una vez el balón deje de rodar, las mujeres que habían podido ir al fútbol, previo permiso de todo el concilio machuno familiar, van a volver a perder hasta ese insignificante momento de aire en sus rostros, si es que les llega a dar el aire en el rostro, claro.
Pero sirva todo este boom futbolero femenino para normalizar que mujeres en estadios de fútbol, bajo velos, burkas y burkinis, son mujeres libres y que viven presas de su obligación perpetua de parecer decentes tapándose su vergonzoso y pecaminoso cuerpo por voluntad propia. Porque así lo dicen los señoros de la FIFA. Sea.