“Lo que estamos presenciando y consintiendo desde Europa sin pestañear a cuenta la masacre de Israel contra la población civil Palestina ha hecho acabar de acomodarse el nuevo orden mundial”.
Otro año que termina de esta década los distópicos años 20 del siglo XXI que nos ha tocado habitar, y otro año que acaba con un balance, por ser benévola, rarito.
Desde que inauguramos el dos en las decenas de los años dos mil, lo cierto es que vamos saltando de desgracia en desgracia y tiro porque me toca hasta el siguiente evento apocalíptico. Fíjense sino como acabamos el año.
En lo local, con una ola de virus de todo tipo que mantienen los servicios públicos médicos colapsados, mientras todo el personal sanitario excepto los médicos están en huelga (en Catalunya por ahora) por las malas condiciones laborales y por la discriminación en el trato recibido en comparación con sus compañeros doctores. El resultado es que mucha gente ha tenido que sustituir en el menú el vino por el paracetamol y el brilli brilli de los modelazos por los calcetines de lana, con el consecuente cabreo que genera tal vicisitud, en la cual me incluyo.
Y en lo internacional, el 2023 se despide ofreciéndonos el espectáculo macabro de un genocidio en directo perpetrado por Benjamín Netanyahu contra el pueblo palestino, vestido de lucha contra el terrorismo, pero que tiene mucho más de limpieza étnica que de cualquier otra cosa.
Y lo estamos presenciando y consintiendo desde Europa sin pestañear y sin agitarnos lo más mínimo ante la indecencia de la, que, por omisión estamos siendo cómplices. A cuenta la masacre de Israel contra la población civil Palestina, el nuevo orden mundial ha acabado de acomodarse. Europa ha cavado su tumba como actor político internacional y todos los europeos y europeas nos hemos afianzado en nuestro papel de niños pijos del mundo, modernetes más preocupados por los carriles bicis que por los carriles de ayuda humanitaria. Una vergüenza de infantilizada sociedad muy acorde a los que vivimos esta década.
Netanyahu nos mata un poco todas y todos cada día que pasa matando niños y mujeres palestinas impunemente. Porque sí, esos son los que están muriendo mayormente, mujeres y niños palestinos, aunque no salgan en ninguna foto y les moleste a algunas personas que se señales que hasta ahí opera el patriarcado.
Y si fuéramos capaces de dejar de lado ese papelón que estamos haciendo, aún nos quedan otros temas de interés como la sequía extrema a la que nos enfrentamos, la política criminal económica que tiene a las familias en la ruina o el pequeño detalle revelado por el último informe PISA consistente en informarnos de que nuestros niños y niñas a duras penas saben leer, que no saben ni sumar ni restar y que creen que “raíz cuadrada” es la última canción de Bad Bunny.
Aún así, yo he visto cosas buenas en este 2023, que siempre son las mismas y que son la únicas que dan sentido a la vida. He visto gente quererse, y quererse mucho. Ayudarse incluso sin conocerse. He visto gente curarse y he visto incluso a algunas personas recibir una justicia reclamada. He visto y oído el arte junto a miles de personas en diferentes sitios y en diferentes momentos, pero con el mismo resultado, que es la felicidad instantánea íntimamente compartida.
Seguro que a pesar de todo habrá gente para la que el 2023 habrá sido el año de sus vidas. Quizá para todos los haya sido ya que no sabemos qué nos depara el siguiente. Por eso, ya que estamos aquí, celebremos como si lo fuera. Feliz año de nuestras vidas.