KILL ALL THE FAT GUYS!

Who pays for this party?

Después del episodio de los boxeadores hombres compitiendo tramposamente contra mujeres en los Juegos Olímpicos de París, les dejo aquí mi artículo publicado en marzo de 2020, cuando ya veíamos venir que el objetivo que traía la llamada “teoría queer” es la erradicación de las mujeres.

El otro día participé en una tertulia en la radio nacional pública para explicar cómo unos tipos de dos metros, con pelo largo y autoidentificados como mujeres, vinieron a buscar bronca donde estábamos mis compañeras y yo, al final de la manifestación del 8M en Barcelona.

En el debate, la conductora del programa llegó a comparar la discriminación, según ella, y el sufrimiento que provoca que te llamen “gorda”, con la discriminación sexual que sufren las mujeres en todos los ámbitos a lo largo de toda su vida, por la única razón de haber nacido mujeres, sin haberlo elegido.

Y todo esto venía porque otra de las personas participantes en la mesa era una persona transexual, ahora autodenominada mujer transexual, que se lamentaba de lo mucho que la ofendía tener que ponerse un mono de trabajo de los más “machirulo” o que alguna vez la habían llamado “señor” en un restaurante.

Yo me alegro mucho por ella, porque si tener que ponerse el uniforme de trabajo de una cadena de montaje o que te trate groseramente un camarero son las peores cosas que le han pasado siendo “mujer”, es que es una persona con suerte, puesto que a la mayoría de las mujeres en el mundo las violan, matan, pegan, trafican o las abortan antes de nacer. Ya sé que la sensibilidad es algo muy personal.

Y es que la gente está últimamente muy confundida con los nuevos términos introducidos tendenciosamente por el sector posmoderno y los medios de comunicación afines, en torno a la sexualidad (TERF, CIS o TRANS, etc.). Pero sólo en lo referente a la sexualidad de las mujeres claro, ya que la de los hombres sigue siendo sacro santa e inmutable. Quédense tranquilos todos.

Para resumir en extremo, estas ideas están englobadas en un bodrio pajillero literario llamado “Teoría Queer”, que defiende que no existen los penes ni las vaginas y que en realidad nuestro órgano sexual no existe y es una construcción social.  Porque ser mujer es un sentimiento. Y digo ser mujer, porque lo de ser hombre sigue siendo lo de toda la vida, incluso para los defensores de esta teoría, esto es, un macho de la raza humana con un pene colgandero entre las piernas.

A nadie se le escapa la magnitud colosal de los intereses económicos que existen tras el objetivo de hacer a los hombres consumidores de primer orden del mercado, hasta ahora femenino, de la moda, la estética, las hormonas, la imagen y hasta cosmética. Por eso, intentar que lo último de lo último sea lo que ya hacían Paco Clavel o Carmen de Mairena años atrás, pero ahora con glamour, es una cuestión monetariamente muy interesante.

Conviene señalar también que, la inmensa mayoría de activistas a favor de estas ideas lo están también a favor de todo lo que tenga que ver con vender el cuerpo de las mujeres; prostitución, vientres de alquiler y cualquier cosa que consista en reducir a la mujer a un mero objeto productivo y de consumo, porque para ocupar el lugar de mujer como ser humano ahora ya están ellos.

Y eso es lo que subyace como objetivo final de quien dice ser mujer siendo un hombre, y sin la mínima intención de cambiar, ya no su cuerpo, si no sus hábitos misóginos. El objetivo es la desaparición de las mujeres. De las mujeres como seres humanos. El fin a conseguir es el borrado de las mujeres, política y socialmente. Ellos son ya las nuevas mujeres.

Algunos especímenes de esta nueva estirpe de machos glamourosos, envalentonados por el cobijo expreso de algunos estamentos gubernamentales, y a la chita callando del resto, decidieron que este 8M era su presentación en sociedad, y que sus barbas y uñas pintadas debían ser protagonistas del día Internacional de la Mujer, día que habían elegido ellos para eliminar a las mujeres. Incluso días antes del 8M, alguien de ellos recordó en televisión que estaban más que acostumbrados a usar la violencia. Y así fue.

En varias ciudades de España las mujeres fueron agredidas por estos elementos. En Barcelona, concretamente, unos tipos rodearon al bloque de mujeres que reclamaba la abolición de la prostitución al grito de “Matar Mujeres”, mismo lema que lucían orgullosamente en sus camisetas. Unos tipos, conocidos también por su labor a favor de la regulación de la prostitución, que venían en comitiva con un grupillo de chavalines, que en dos miradas saltaba a la vista que eran menores no acompañados. ¿Qué sentido tenía esa composición de ese grupo de personas? Ustedes mismos.

¿Se imaginan una manifestación en la que algunos flacos increparan a un grupo de personas con sobrepeso al grito de “¡Matar Gordos!”, sin que nadie dijera nada? Que no cunda el pánico, eso no pasará. Eso sólo les pasa a las mujeres.

El caso es que casi una semana después, ninguna autoridad, ni local, ni nacional, ni nadie, ha salido a apoyar a las mujeres y a condenar los ataques machistas sufridos en nuestro propio espacio del 8M. Y esta vez no es que le falten datos a la ministra, porque inundamos las redes con los explícitos deseos de muerte que nos profirieron nuestros agresores.

Espero que ahora, en su retiro coronavírico del que le deseo una pronta recuperación, tenga tiempo de repasar uno por uno los insultos, los empujones, las provocaciones y las agresiones sufridas por las mujeres, aquellas a quien se supone que ella defiende. Si no lo quiere ver y sigue en su vergonzoso silencio, ninguna diferencia habrá entre ella y la ultraderecha, que sólo acepta la existencia de la violencia que le interesa.

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