I can't stand women's football

Opinion Nuria González

El fútbol femenino está bien en cuanto cumple todos y cada uno de los parámetros de los gustos masculinos. Si no, es malo y hay que tachar la palabra femenino, porque lo femenino es malo hasta en el fútbol femenino.

El título esta columna no es un falso enganche para llamar su atención. Es que es verdad que no puedo soportar el fútbol femenino.

Primero de todo, vaya por delante mi felicitación a las mujeres del FC Barcelona, que acaban de ganar la champions y su súper trabajo les habrá costado, cobrando una miserable parte del sueldo que cobran sus compañeros hombres. Obvio, son unas campeonas.

Pero no son ella ni ninguna jugadora lo que está mal en el fútbol femenino. Es todo el mundillo de fútbol, lo que representa y como hemos podido presenciar que todo el esfuerzo de esas mujeres ha sido ignorado toda la vida hasta que se ha adaptado a los estándares de los gustos masculinos, los machos, que son los que dominan eses universo.

Hoy Vueling nos lo ha ejemplificado clarito en el cartel de “felicitación” a las jugadoras del Barça tras ganar la copa de Europa. En la lona gigante se puede ver a las jugadoras con un enorme rótulo que dice Reines del fútbol femení”, con la palabra “feminí” tachada. Sí sí, tachada. ¡¡¡Porque lo femenino en el fútbol es algo que minusvalora incluso a las campeonas de fútbol femenino!!!

¿Lo ven o no lo ven?

He fútbol femenino está bien en cuanto cumple todos y cada uno de los parámetros de los gustos masculinos. Los gestos, la ritualidad, las celebraciones, el lenguaje, todo eso tiene que ser el que ya existe en el imaginario colectivo de los aficionados hombres. Si no, si se separa de ese mundillo es malo y hay que tachar la palabra femenino, porque lo femenino es malo hasta en el fútbol femenino. El deporte femenino en sí es malo, hasta que no se le quita lo femenino.

Pues eso, que no lo puedo soportar.

Por eso y porque no olvidar que los dirigentes del fútbol femenino son exactamente los mismos que los del fútbol masculino, los herederos de Rubiales y compañía, que podrán decir lo que quieran, pero que tienen el mismo esquema mental. Recordar aquella asamblea en que Rubiales se negaba a dimitir y toda la cúpula de la RFEF aplaudió en pie hasta con las orejas.

Sinceramente, no sé qué hacemos las mujeres ahí validando uno de los ambientes más machistas y más primitivos que hay en la sociedad. El fútbol.

Las mujeres llevamos años ganado medallas en deportes muchísimo más difíciles que el fútbol. En España, por ejemplo, nos hemos hartado de llenar el palmarés en natación sincronizada, deporte que a mí me parece el más difícil del mundo, pero como ahí no hay señores, o no los había hasta ahora, es un deporte residual.

He deporte femenino es residual hasta que el deporte femenino se adapta a los cánones machunos, como en el fútbol.  Porque, como siempre en la vida, las mujeres sólo somos aceptadas por el patriarcado en tanto en cuanto cumplimos con sus estándares mentales. Un ejemplo claro es lo poco que les importa a los comités deportivos que se destroce cualquier deporte femenino y el esfuerzo de todas las deportistas cada vez que se deja participar a un hombre autoidentificado como mujer en las competiciones femeninas.

Lo mismo pasa con el fútbol femenino, por eso no lo puedo soportar. Y por eso tampoco puedo entender como muchas de mis congéneres están encantadas con esta machunización del deporte femenino.

El patriarcado ha generado espacios completamente nocivos y tóxicos para las mujeres. Seguramente el fútbol es uno de los más grandes. Ya he dicho que no entiendo muy bien el porqué de querer respirar esa atmósfera venenosa, pero si vamos a estar, que cambie la atmósfera no nosotras. Como hizo la jugadora de fútbol Paula Dapena al negarse a rendir homenaje a Maradona. Eso debe ser deporte femenino. Y por eso fue brutalmente atacada

Pero como siempre, el secreto está en la infravaloración que las mujeres hacemos sistemáticamente de nosotras mismas. El día que dejemos de buscar la aprobación y aceptación del sistema patriarcal, que jamás va a llegar, el mundo será otro.

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